27 de mayo de 2010

Agujeros negros...un acto de magia cósmica


Es probable que alguna vez hayas escuchado hablar de la llamada velocidad de escape. Por ejemplo, una nave espacial necesita alcanzar una velocidad de 40.000 km/hora para poder "escapar" de la atracción que ejerce la tierra sobre ella por acción de la gravedad.

Por supuesto dicha nave deberá apuntar esa velocidad antes que agote su combustible, en cuyo caso volvería a caer sobre la tierra. Ahora bien, sabemos que la velocidad de la luz es de 300.000 km/s, digamos, para tener una idea más concreta, mil millones de km/hora, e imaginemos ahora un lugar del universo en donde la velocidad de escape sea de mas de mil millones de km/hora, es decir un sitio de donde la luz no pueda "escapar". Pues bien, un lugar de gravedad tan extrema sería invisible.
Vayamos por partes, sabemos que las estrellas nacen, evolucionan y mueren, y que su muerte puede ser más o menos espectacular según su cantidad de materia inicial.

Una estrella como el sol, relativamente pequeña, irá apagándose lentamente, pero antes alimentará su caldera termonuclear con cuanto elemento combustible le quede a mano y como queriendo ignorar su inevitable destino se hinchará hasta alcanzar un volumen decenas de miles de veces mayor que el actual y será una gigante roja para quedar, luego de esta orgullosa reacción e imposibilitado de sostenerse a sí mismo, finalmente convertida en una estrella del tamaño de la tierra. Nuestro sol será entonces una enana blanca.

Las enanas blancas son increíblemente densas, tanto que un cm3 de ella pesaría en la tierra más de una tonelada, pero puede no ser este su estado final de reposo pues cuanto más materia contiene una enana blanca más se comprime y si luego de consumir todo su combustible utilizable le queda aún una vez y media la cantidad de materia que posee nuestro sol, la enana blanca no podrá soportar su propio peso y los electrones caerán sobre los núcleos atómicos combinándose con los protones. A esta altura la estrella es poco más grande que una montaña y se ha transformado en una estrella de neutrones. Estos objetos diminutos de sólo unos pocos kilómetros de diámetro pueden eventualmente comenzar a rotar a gran velocidad emitiendo pulsos magnéticos detectables con radio telescopios. Este subproducto de la evolución de las estrellas se llama pulsar y su descubrimiento se atribuye a Joselyn Bell en 1967.

Pero el colapso puede ser aún mayor... Una estrella neutrónica puede que no logre soportarse a sí misma, y conforme caen sus capas exteriores sobre su centro disminuye su tamaño, aumenta su densidad y la velocidad de escape se dispara a valores superiores a los mil millones de km/hora.
La luz y el calor ya no podrán abandonarla. La estrella, en un espectacular acto de magia cósmica, virtualmente desaparecerá dando lugar a uno de los mas enigmáticos objetos del universo: los agujeros negros.